29 mayo 2006

Arquitectura y actualidad

El mundo tomó un nuevo rumbo, un curso distinto, lo percibo… La opción tecnológica, la globalización y la economía como gran lenguaje universal, han provocado un efecto “camaleón”, es decir, un constante cambio, y esto genera una especie de perplejidad permanente, un quedar casi inmóvil ante el cambio (…). Lo permanente, como condición, no existe más (…). Lo permanente, que de alguna manera se proyectaba como una especie de “futuro esperado” sobre nosotros como sociedad, como aquello que nos estructuraba la vida en base a proyecciones que estimaban cumplirse (por ejemplo el ciclo: nazco, voy al colegio, tengo mi familia, entro a la universidad, me caso, procreo, trabajo, envejezco, jubilo y muero, de manera lineal); hoy en cambio se transmuta por una “inmediatez” absoluta, reflejada en un “estoy vivo, no sé cómo estaré mañana”, o “te amo hoy, quiero estar contigo, y no hay más”. Ahora bien, visto desde la óptica de la arquitectura, que toca todo aquello que usamos como soporte para relacionarnos: calles, edificios, casas, templos, etc., entonces ¿cuál soporte es el necesario hoy? En este cambio pareciera que la disputa está entre lo permanente y lo transitorio.

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